Días de Cine en TIFF

Victoria Guerra, un descubrimiento en 'Lines of Wellington'.

Vigesimoprimera entrada. Cada septiembre, Toronto atrae la atención de la prensa internacional gracias al TIFF, el que es considerado por muchos como el festival de cine más importante de Norteamérica. Por tamaño y por cantidad de estrellas, no hay duda que es uno de los grandes certámenes del mundo aunque, a nivel personal, siempre me quedaré con el ambiente familiar y los buenos recuerdos del Festival de Cine Fantástico de Sitges.

Gracias a Sitges, soy un amante del cine y es por ello que decidí apuntarme como voluntario al TIFF, pensando que viviría una experiencia intensa que ayudaría a paliar mi primera ausencia en el Auditori desde 1999, el año de ‘Ringu’ y ‘The Blair Witch Project’. Sin embargo, quizás por la inevitable comparación con mi festival, el TIFF ha resultado un poco decepcionante.

El primer contacto con el festival, dejando de lado ruedas de prensa, fue la sesión preparativa que se hizo a finales de agosto. Allí decidí mis preferencias a la hora de trabajar -departamentos o teatros- y, días después, recibí un email confirmando mi asignación. A mi me tocó la sede del festival, el TIFF Bell Lightbox, un moderno edificio en ‘downtown’ Toronto que alberga cinco salas de cine, restaurantes y galerías.

Una vez aceptado como voluntario, tuve que inscribirme a un mínimo de cuatro turnos de trabajo. Por cada turno realizado, el voluntario recibe un vale que puede canjear por una película, dentro o fuera del festival. Al final completé seis sesiones durante las que sólo pude ver una película completa. Primera decepción.

La parte positiva es que pude ver cómo funciona un gran evento como el TIFF, que cuenta con más de 2.000 voluntarios. Algunos de ellos son ‘capitanes’, es decir, que distribuyen y coordinan a los demás voluntarios. Encontré que muchos se tomaban su trabajo demasiado en serio, olvidando que estaban en un festival de cine. Me dio especial rabia una que me reveló de mi posición de acomodador justo cuando me tocaba ‘The Lines of Wellington’, una película sobre la resistencia de portugueses e ingleses contra las tropas napoleónicas que acabé viendo el segundo fin de semana.

En mi primer día de trabajo, estuve organizando filas y vigilando la salida del rapero Snoop Dogg quien, con bastón en mano y rodeado de su cuadrilla, venía de presentar una película.

Al día siguiente, me tocó romper entradas para el documental de Sarah Polley, que acudió al cine acompañada de sus padres, su marido y su bebé. Ese día me crucé, por casualidad, con Dustin Hoffman pero allí acaba mi codeo con los famosos, que suelen hacer visitas-relámpago a Toronto. Eso sí, vienen todos, desde Johnny Depp y Tom Hanks hasta Halle Berry y Penélope Cruz.

El primer domingo me perdí las estrellas de Hollywood por culpa de una larga noche de sábado con los españoles (era la despedida de Alfredo). Esa ausencia me supuso el veto a la fiesta del último día, un contratiempo que, evidentemente, supe arreglar con astucia.

Entre semana, hice un par de entrevistas para el diario -una a los directores del ‘thriller’ paraguayo ‘7 Cajas’ y la otra al director de ‘Elefante Blanco’, dos buenas películas- y completé un turno al lado de unas voluntarias que apenas abrían la boca.

El viernes fue más divertido porque las voluntarias eran más dicharacheras, especialmente Zeke, una aspirante a actriz que me recomendó probar un bagel de jalapeño en Tim Hortons (el Starbucks de los pobres). El sábado aproveché para ver la española ‘Painless’ pero las pelis buenas las vi el domingo junto a Agnieszka, una amiga polaca que conozco por couchsurfing.

‘State 194’ es un documental sobre el proceso de petición de Palestina como estado miembro de la ONU que me pareció fascinante. Me gustaron especialmente las voces de una bloguera palestina, una activista israelí, un judío americano y el padre de un soldado israelí asesinado que eran capaces de criticar la postura de “los suyos”. Si una cosa me quedó clara es el sinsentido de los asentamientos judíos. Como decía un miembro de J-Street, es como debatir cómo repartirse una pizza mientras una de los implicados se la va comiendo. Buena analogía.

Tom Carroll y Ross Clarke-Jones, los protas de 'Storm Surfers 3D'.

Otro documental que disfruté, aunque con un tono muy diferente al anterior, fue ‘Storm Surfers 3D’, que seguía las aventuras de dos surferos de 40 y tantos en busca de las olas más grandes de Australia. Al final de la proyección, el director de la película habló con uno de los dos protagonistas, provocando risas y buen rollo entre el público.

La verdad es que me sabe mal haberme perdido tantas películas y tantas presentaciones que seguro que valieron la pena. Aunque el TIFF sea muy comercial, la programación es tan extensa que da cabida a documentales y películas independientes. Lo que distingue Toronto de otras ciudades es que la gente llena las salas y eso que los precios rondan los $20 por sesión.

La buena asistencia y la excelente organización ya la había notado en el Hot Docs a finales de abril. La mayoría de entradas anticipadas se agotan rápidamente pero siempre queda la posibilidad de hacer cola en el ‘rush line’, donde se ponen a la venta las entradas de aquellos que no acuden al cine pese a tener asiento pagado. Esta especie de ‘overbooking’ al revés funciona muy bien porque garantiza que los cines se llenen y que el espectador paciente vea su película.

Los espectadores, además de cinéfilos, suelen ser bastante amables y en más de una ocasión nos ofrecieron sus entradas sobrantes. Otros no son tan benévolos, como un hombre que se cabreó con un lento documental sobre arquitectura. Tras una hora aguantando planos fijos de edificios en París y Argel, el señor se levantó y declaró delante de todos que la peli era una mierda y una pérdida de tiempo y dinero. En honor a la verdad, no iba muy desencaminado.

Y llegó la noche de la fiesta. Se celebró un lunes, el día después de un festival que terminó sin pena ni gloria. Mi único objetivo era pasarlo bien y aprovechar la barra libre del Phoenix, una sala de conciertos que alquiló el TIFF para el evento. Cuando llegué, sobre las 9 de la noche, tomé la última gota de vodka que quedaba en el local, por lo que decidí pasearme por las demás barras coleccionando vasos de vino, que era lo único que quedaba disponible (de birras ya estoy cansado).

No dudo que la organización del TIFF tirase la casa por la ventana para los invitados de lujo, pero los pobres voluntarios tuvimos que conformarnos con un vino muy peleón que me acabaría pasando factura. Recuerdo tener una conversación muy civilizada con Agnie y pasar un rato con José, un mexicano que estaba enamorado de la película ‘Blancanieves’. Recuerdo vagamente despedirme de Agnie y, tras eso, empezó la amnesia.

Al día siguiente, Agnie me dijo que tenía una resaca del copón y José me contó que había sido asaltado por una muchacha, se había metido en una pelea callejera y había sido abordado por un tío que juraba haber escapado de un siniestro sótano. Por mi parte, perdí el metropass, me desperté en casa ajena y me fui a trabajar. ¿En qué momento enloqueció la noche? ¿Qué tenía ese vino peleón? ¿Y cómo se explica la amnesia con sólo cinco copas? Esto me suena a una peli…

In vino veritas

Acerca de Indivisual

Born and raised in Barcelona, as a child I spent my summer holidays in England, between London and Kent. I worked in the French region of Franche-Comté in 2011 and I'm a year later I started a new adventure in Canada. After spending 2013 in Italy, and after almost 3 years in Slovakia, I started traveling again in Myanmar (2016). After a spell in Europe, including Romania and the British Isles (summer 2019), I begin a new adventure in Mexico (2020).
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2 respuestas a Días de Cine en TIFF

  1. Javi dijo:

    Tengo curiosidad por ver el documental de arquitectura xDDDDD

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