Una aventura en Nueva York

Vista de Nueva York desde el Empire State Building, horas antes del huracán Sandy.

Vigesimotercera entrada y segunda incursión en Estados Unidos. Si en junio visité la capital del país, Washington DC, esta vez tocaba Nueva York, considerada la capital del mundo. Aunque, tal y cómo se desarrollaron los acontecimientos -coincidimos con el huracán Sandy-, podríamos hablar de la capital del Tercer Mundo.

Lo que empezó como un viaje relámpago de tres días a la Gran Manzana acabó siendo una aventura huracanada que se prolongó hasta los seis días. De por medio, hubo tiempo para conocer ambos lados del puente de Brooklyn, forjar nuevas amistades a base de caminatas y cervezas y observar Manhattan bajo una oscuridad inédita.

Sábado 27: Primeras horas en la Gran Manzana
Salimos de la estación de autobuses de Toronto el viernes por la noche. Esta vez, compartía el viaje con Jorge, mi compañero de trabajo, que clamaba por descubrir esa Nueva York que todos conocemos del cine, la televisión, la literatura y la música.

Tras pasar la frontera sin sobresaltos y superar un trayecto de 10 horas en autocar, nos plantamos en pleno centro de Manhattan a las 7 de la mañana del sábado, con todo el día por delante para conocer la ciudad.

Improvisando sobre la marcha, nos dirigimos a Times Square, ese paradigma del consumismo que deslumbra al transeúnte, y caminamos hacia Central Park, el pulmón verde de la isla de Manhattan.

Alicia y el sombrerero loco en Central Park.

Antes de llegar al gran embalse del parque, topamos con el Metropolitan, uno de los museos más importantes de la ciudad, con permiso del MOMA y el Guggenheim. Allí acudí directamente al rencuentro de viejos conocidos como Courbet, Seurat, Signac, Degas, Manet, Monet, Toulouse-Lautrec y Gaugin, los grandes pintores impresionistas. El mayor lujo de llegar pronto al museo fue poder disfrutar de salas vacías y tener una cita íntima con Picassos y Van Goghs.

Desde Central Park, que limita al norte con Harlem, el barrio negro de Nueva York, descendimos hasta la zona financiera, conocida por dos rascacielos derribados un tal 11 de septiembre. Actualmente, la Zona Cero se ha convertido en un lugar de memoria y de reconstrucción. Más de una década después de los ataques terroristas del 11S, la herida sigue cicatrizando lentamente.

El 'skyline' de Manhattan desde Staten Island.

Otro símbolo de la ciudad es la Estatua de la Libertad, un monumento que se puede avistar desde el ferry gratuito que conecta Manhattan con Staten Island. El paseo en barco nos sirvió para abrir el apetito y, de vuelta a la gran isla, nos posamos en un restaurante de Little Italy donde había camareros hispanos -sorprende la cantidad de español que se escucha en NY- y un falso ‘capo’ que intentaba cautivar a los turistas con sus aires de seductor italiano. Una vez alimentados, proseguimos el recorrido por Chinatown y SoHo, denominado así por estar al sur de la calle Houston.

Por la tarde-noche, hicimos el check-in en nuestro hostal en Williamsburg, perteneciente a Brooklyn, el barrio más poblado de NYC. Ya de noche, nos dirigimos de nuevo a Manhattan, que se había disfrazado con motivo de Halloween. Las gatitas y las caperucitas abundaban en las calles y los bares aledaños a Greenwich Village.

Para calentar motores, Jorge y yo nos tomamos unas cervezas por la calle, lo cual llamó la atención de un policía que nos hizo la vista gorda, probablemente debido a Halloween y a la sinceridad de Jorge al admitir que era cerveza lo que camuflaba la bolsa marrón del supermercado. La noche fue divertida y acabó con un largo viaje en metro hacia Brooklyn, con unos más perjudicados que otros.

Sábado 28: Se avecina la tormenta
La primera parada del sábado fue el Bowery, la cuna del punk neoyorquino. El CBGBs, donde empezaron los Ramones, es ahora un retazo del pasado y el único guiño a los padres del punk se guarda en una pequeña placa con el nombre de Joey Ramone, el lánguido cantante del cuarteto de Queens.

Tienda dedicada al Gran Lebowski.

Un poco más al oeste está Greenwich Village, el barrio de Friends, donde descubrimos un negocio dedicado al Gran Lebowsky y una magnífica tienda de discos llena de posters, camisetas, vinilos y CD’s de la onda punk y hardcore.

El Lincoln Center fue la segunda parada del día. Se trata de un moderno conjunto arquitectónico que alberga teatro, ópera y biblioteca. Personalmente, no me pareció nada del otro mundo así que moví ficha y nos dirigimos al Rockefeller Center, donde ya funcionaba la pista de hielo. Allí vi las primeras señales alertando sobre el inminente paso del huracán Sandy, que obligaría a cerrar algunos monumentos y, eventualmente, el metro.

"53rd and 3rd, stanfing on the street. 53rd and 3rd, I'm trying to turn a trick"

Antes de que eso ocurriera, no me resistí a sacar una foto de 53rd and 3rd, la calle donde Dee Dee Ramone supuestamente hacía de chapero, y llegamos justo a tiempo de subir a lo alto del Empire State Building, el edificio de King Kong. Pese a la clavada en el bolsillo -$25 dólares-, hay que reconocer que las vistas desde arriba impresionan. La fuerte ventisca presagiaba el paso del huracán, que azotó la noche del domingo y el lunes.

De vuelta al hostal, hicimos migas con varios españoles que pasaban unos días en Nueva York: Xavier, un periodista canario que ha viajado por medio mundo en tan sólo tres meses, David, un turista experimentado que estaba al día de las últimas noticias del huracán, y Héctor y Jorge, dos gallegos muy cachondos que proporcionaron muchas risas contando historias en su marcado acento de Vigo. Con ellos pasamos la noche del huracán, que apenas se hizo notar en Brooklyn, y los siguientes días de turisteo en una ciudad desbordada por los efectos de Sandy.

Lunes 29: Atrapados en Brooklyn
El lunes amaneció con la noticia de la cancelación de nuestro autobús y la suspensión del servicio de metro en la ciudad debido a las inundaciones que dejaron sin electricidad a media isla de Manhattan.

Primeras señales del huracán.

Envalentonados por el entusiasmo de Jorge, nos fuimos en busca de un refugio que podría proporcionar el material para un buen articulo o, como pretendía el periodista paria, el premio Pulitzer. La misión se abortó cuando el taxista que reclutamos fue incapaz de encontrar la calle en la cual se había montado el refugio. Al día siguiente sí lo encontramos pero tiraron más las ganas de aventurarnos en la ciudad apagada que de pasar la noche en el gimnasio de un instituto prácticamente vacío.

El mal tiempo hizo que el lunes fuera un día para socializar y compartir risas con el grupo de españoles que el destino reunió en Nueva York.

A todo esto, nuestro jefe nos reclamaba por e-mail que le entregáramos notas para su periódico en Toronto, una situación rocambolesca teniendo en cuenta que la noticia se estaba produciendo en Nueva York.

Martes 30: A falta de metro, pateada
El martes empezó con mejor tiempo pero, aún así, la ciudad seguía paralizada y, por segundo día, se canceló nuestro retorno a Toronto. Sin embargo, no nos resignamos a permanecer encerrados en el hostal otra jornada y emprendimos un épico viaje a pie hacia Manhattan. De camino, coincidimos con los gallegos, lo que sirvió para consolidar el grupo de seis españoles empeñados en descubrir una ciudad afectada por un apagón que dejó sin luz a casas, negocios y semáforos.

Nueva York, la ciudad de los rascacielos.

Lo primero que me sorprendió al cruzar el puente de Williamsburg fue ver cómo el tráfico se sobreponía a la falta de señales y funcionaba con relativa normalidad y civismo. La verdad es que fue toda una experiencia poder recorrer las calles vacías de Chinatown y Little Italy, normalmente abarrotadas de comerciantes y turistas.

El panorama era más desolador a medida que nos acercábamos a la zona portuaria, donde por fin pudimos observar los verdaderos efectos del Sandy con árboles caídos, escaparates rotos y sacos de arena aposentados en calles mojadas con restos de gasolina.

Desde South Street Seaport bordeamos el Lower East Side -«where it’s not pretty» (como reza la canción de Hazen Street)- y cruzamos el famoso puente de Brooklyn. Allí nos dirigimos al mirador de Brooklyn Heights para revelar una estampa insólita: Manhattan sometida a la oscuridad. La negrura se extendía varios bloques, hasta llegar al Empire State y Broadway, que iluminaban desafiantes como diciendo «el show debe continuar».

Sandy vació las calles de Nueva York.

La larga pateada de los españoles tuvo su recompensa en el restaurante Grimaldi’s, donde devoramos dos grandes pizzas cocinadas en horno de ladrillo.

Miércoles 31: El día de la marmota
El que iba a ser mi último día de trabajo en Toronto, que además coincidía con la noche de Halloween, empezó con más de lo mismo: cancelaciones y suspensión del transporte público. Esta vez entramos en Manhattan con taxi pero la visita sólo sirvió para aumentar las frustraciones.

En la Quinta Avenida, la gente iba de compras como si nada hubiera sucedido pero la lentitud del tráfico delataba que la ciudad aún estaba en estado de shock. Mientras unos visitaban el Empire State, otros retomamos el largo camino a Brooklyn procediendo por calles oscuras tan sólo alumbradas por las sirenas de los bomberos y el ocasional taxi.

Las inundaciones obligaron a suspender el servicio de metro.

En el puente de Williamsburg conocí a un residente de Coney Island que aseguraba que las autoridades no habían previsto las consecuencias del desbordamiento del río Hudson, lo cual inundó las infraestructuras subterráneas, dejando sin electricidad y transporte a los neoyorquinos.

Por la noche, repetimos la ceremonia de cervezas en los sofás del hostal y vivimos los coletazos de Halloween en un bar cercano.

Jueves 1: Susto, desesperación y retorno
Mi segunda noche durmiendo de escondidas en el hostal acabó con sobresalto al oír los pasos de un nuevo huésped entrando en la habitación donde había pernoctado. Aún no sé cómo logré escabullirme de la situación pero el caso es que lo conseguí.

Los sacos de arena se amontonaban la zona portuaria.

Mis ganas de marchar de una vez por todas del hostal y de la ciudad sólo se vieron frenadas por la parsimonia de Jorge, a quién pude haber estrangulado varias veces durante el día.

Finalmente, hice mi propio camino a la estación de autobuses y, como la gallinita roja, conseguí los billetes de vuelta a Toronto, una ciudad a la que deseaba volver como un amante arrepentido. Con más tiempo y menos estrés, me hubiera dado un homenaje en el MOMA, pero el horno no estaba para bollos y tocaba salir cuanto antes.

La desesperación por regresar no impidió que admirara el humor agresivo y la capacidad de adaptación de los neoyorquinos, inconformes con que una tormenta alterara su ritmo de vida. Nada lo resumía mejor que el cartel de una tienda: “tenemos linternas y café”.

El huracán Sandy causó desperfectos en la zona costera.

La odisea en Nueva York acabó el jueves por la tarde en un Greyhound Bus conducido por un simpático californiano que explicó el itinerario y se ofreció a solventar cualquier posible incomodidad de los pasajeros.

A las seis de la mañana del viernes, el familiar skyline de Toronto, con la CN Tower en ‘pole position’, indicaba que había llegado a casa. La cuenta atrás de mi estancia en Canadá había sido reducida drásticamente por Sandy y ahora quedaban pocas horas para despedirme del que ha sido mi hogar durante los últimos siete meses.

Acerca de Indivisual

Born and raised in Barcelona, as a child I spent my summer holidays in England, between London and Kent. I worked in the French region of Franche-Comté in 2011 and I'm a year later I started a new adventure in Canada. After spending 2013 in Italy, and after almost 3 years in Slovakia, I started traveling again in Myanmar (2016). After a spell in Europe, including Romania and the British Isles (summer 2019), I begin a new adventure in Mexico (2020).
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8 respuestas a Una aventura en Nueva York

  1. David RH dijo:

    James, muy buena crónica de los días que estuviste en NYC. Me ha ayudado a recordar mi propia experiencia particular, que a fin de cuentas tuvo que ver mucho con la tuya.
    Espero que te vaya muy bien en tu nueva etapa «after Toronto».
    Un abrazo.

  2. Julià dijo:

    Durmiendo de escondidas en el hostal? queremos una «extended edititon» sobre ese oscuro punto.. Buen artículo y menuda experiencia neoyorkina, James

  3. Graciela F dijo:

    Secundo la proposición de Julià de una extended version!!!!

  4. eltorivio dijo:

    Que suerte haber coincidido con trabajadores de la palabra. De este modo cuando slguien me pregunte por wassap qué tal por NY, pego el enlace y listo.
    Buena crónica!

  5. eltorivio dijo:

    Buena critica James!
    Un saludo

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